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Resumen

En la última década, las redes sociales han dejado de ser meros espacios de ocio para convertirse en un componente clave del ecosistema educativo. La migración masiva a las modalidades en línea, impulsada por la pandemia de COVID‑19, evidenció tanto su potencial para enriquecer la experiencia educativa como los riesgos de distracción y exclusión digital en algunos grupos sociales. Este artículo analiza cómo Facebook, WhatsApp, X (previamente Twitter) y otras plataformas emergentes fomentan el compromiso estudiantil, facilitan la colaboración y favorecen el desarrollo de competencias digitales. También discute los desafíos asociados con la sobreexposición, la autorregulación y la brecha de acceso. Se argumenta que el éxito de estas herramientas depende, al menos en parte, de la formación docente, directrices institucionales para su uso y políticas de equidad tecnológica. Finalmente,
se ofrecen recomendaciones prácticas para docentes, estudiantes y gestores educativos.

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